Debido a la focalización (¿excesiva?) en mi ámbito de investigación, fui al congreso con una idea determinada de natura: la naturaleza entendida como la realidad material del universo. En cambio, durante el congreso la idea de naturaleza se tomó desde muchos puntos de vista, pudiendo tratar un amplio abanico de temas ontológicos, metafísicos, físicos, antropológicos y éticos. ¿Qué significa el concepto natura para los pensadores y las pensadoras medievales? La respuesta no es sencilla. Probablemente la ligazón que el término mantenía con las ideas de “creación” y “encarnación” dice mucho de la perspectiva desde la que se concebía el universo creado. Pero también se entendía por natura la naturaleza de algo, como, por ejemplo, la naturaleza del alma, la naturaleza humana, e incluso la naturaleza de Dios. No sólo podemos hablar de la naturaleza de (casi) todo, sino que, además, (casi) todos los filósofos han tomado la cuestión de la naturaleza como motivo de reflexión. Es lo que tiene el discurso filosófico, hablamos (casi) siempre de lo mismo… pero, ¡qué colorido de matices!
Estos últimos días o meses (la elaboración de la tesis doctoral provoca que la percepción del tiempo tenga más o menos ese margen de error) estoy estudiando a fondo el Periphyseon de Juan Escoto Eriúgena. En las primeras páginas de la obra podemos leer una distinción fundamental de la naturaleza en cuatro especies. Estas son sus palabras: “Considero que la división de la naturaleza puede ser de cuatro clases, teniendo en cuenta cuatro diferencias, de las que la primera consiste en aquélla que crea y no es creada, la segunda en la que es creada y crea, la tercera, en la que es creada y no crea, y en la cuarta, la que ni crea ni es creada” (Juan Escoto Eriúgena, Sobre las naturalezas, trad. Pedro Arias y Lorenzo Velázquez, Barañáin: Eunsa, 2007, p. 79). Esas cuatro especies son, respectivamente, la naturaleza increada, las causas primordiales, los elementos y el retorno de todos los seres en Dios.
Cuestiones como las tratadas por Eriúgena, y por autores y autoras tan fecundos/as como Agustín de Hipona, Guillermo de Conches, Bernardo Silvestre, Hildegarda de Bingen, Herrada de Hohenbourg, Barthomolaeus Anglicus o Ramon Llull, entre muchos otros/as, han ocupado espacios y tiempos de la agenda cultural de este año 2012 del que nos despedimos. Pienso en el congreso de la SOFIME, pero también en las Jornades d’Espiritualitat Medieval organizadas por la Societat Catalana de Filosofia (Institut d’Estudis Catalans), así como en la primera sesión de los Seminaris en Tàndem organizada por ARDIT y en la que tuvimos ocasión de contrastar la visión medieval y contemporánea del mundo, mostrando que la tradición cultural de la que dependen hace coincidir algunos de sus presupuestos. Pero esto no se acaba aquí, claro está.
Por ahora, un dato. La SOFIME organizará el siguiente congreso, dentro de cuatro años, en Barcelona. El relevo lo ha tomado el profesor Alexander Fidora (Universitat Autònoma de Barcelona) y su equipo, que están llevando a cabo un interesante trabajo en el ámbito de la filosofía medieval. Y, digo yo, ¿quién se anima a echarles una mano?
Georgina Rabassó