Hasta ahora sólo habíamos tenido oportunidad de probarlo de manera informal y virtual. O, siendo totalmente sinceros, de forma totalmente inesperada. Sólo hizo falta una mención via e-mail por parte de nuestra Secretaria a cierto aspecto que estaba trabajando relacionado con la magia. Y ¡bamf! (onomatopeya que acompaña a las apariciones por hechizo), toda una cadena de correos electrónicos salió de la nada proponiendo ligar el tema de las maneras más variopintas con nuestros propios temas de trabajo. De repente, la magia, además de ligada por naturaleza con sus brujas de todos los orígenes, se unió también a la ciencia, con sus curaciones y sus supersticiones, por muy contradictorio que pueda sonar. ¿Se quedó ahí la cosa? Ni mucho menos, pues la música tiene su propia magia terapéutica, igual que las reliquias y aquellos que las crean. En total, 17 correos llenos de conexiones entusiastas.
Vale, lo reconocemos, nos divertimos haciendo esto. Por eso, las 12 horas que pasamos encerrados el día 23 en el IEC intentando reproducir nuestra propia magia “sinérgica” levantaron todavía más nuestro ánimo (en vez de salir de allí doblados y ojerosos, cosa que debería hablar todavía mejor de nosotros). Podría extenderme otros cuatro párrafos hablando de las nuevas relaciones establecidas, de las ideas surgidas en el fragor de las exposiciones, de la hiperactividad mental generada al encontrar puntos comunes, y no conseguiría plasmar lo que aquello significó para nosotros.
Tal vez disfrutar con nuestro trabajo y no limitarnos a ver la Edad Media desde un prisma único, intentando abrir nuestra mente a nuevos métodos y disciplinas, sea lo que hace tan llevadera esta nueva aventura en la que nos hemos metido. Intentar transmitir todo lo que supone esto sin caer en el auto-elogio, ¡ah, eso es más difícil!.
Clara Jáuregui