Tal vez el mayor éxito de convocatoria lo provocó el taller realizado el día 11, en el que se pudo visitar el archivo del monasterio además de ver (¡y tocar!) documentos originales de éste. Para poder entender la cantidad de gente que se apuntó (y los que no se apuntaron pero intentaron venir igualmente) hay que recordar que en Pedralbes sigue existiendo una comunidad de clausura y que por regla general el archivo permanece cerrado al público, e incluso a los investigadores. Era entonces un reclamo goloso para aquellos que quisieran traspasar la frontera de lo casi prohibido.
El taller, que debido al tamaño de las estancias y a la zona donde estaban se tuvo que dividir en pequeños grupos, fue conducido por Anna Castellano (IRCVM- Museo de Pedralbes), Carme Aixalà (Museu de Pedralbes), Ignasi Baiges (IRCVM), Anna Rossell y Mónica Navarro (estas dos últimas, conservadoras del archivo). Araceli Rosillo y la que suscribe ayudamos también en la organización general del taller. Tras una explicación general del origen del archivo y su máxima organizadora, sor Eulalia Anzizu, se fueron visitando las diferentes zonas, por un lado una selección de documentos (los intocables y los manoseables, eso sí, con guantes) y por otro la zona de clausura y el archivo.
¿Qué decir del archivo? Personalmente se había convertido en uno de los sitios que más ansiaba visitar, pues mucha de la documentación que debía consultar para mi tesina se encontraba allí, lejos de mi alcance. Un pequeño drama investigador. Así que aproveché y me empapé bien de su esencia, sabiendo que tal vez nunca más podría volver allí. Mentalmente estaba haciendo fotografías a todo, que aunque para mi investigación no servían de mucho, parecían una pequeña victoria. Desde luego, para mí, este recuerdo sensiblero vale su peso en oro.
Pero éste no fue el único momento triunfal de la tarde. Varios miembros de ARDIT fueron testigos del auténtico momentazo (si se me permite) que viví gracias a otro compañero nuestro, Ivo Elies. Desde aquí me genuflexiono y le doy las gracias otra vez. Y es que visitando la zona de los manuscritos tocables y estando yo con la mirada ocupada en vigilar a posibles transgresores, la voz de Ivo se alzó con una pregunta cautelosa: Escolta Clara… com dius que es deia l’home que investigues? Con cara de incredulidad y el corazón a mil me acerqué hacia el manual que él estaba consultando para ver, con los ojos a punto de caérseme de las órbitas, el nombre del médico huidizo en el papel centenario. ¿Qué posibilidades había de encontrar allí, en unos libros sacados de forma aleatoria, un documento del cual no tenía ninguna referencia? Como soy de letras no me molestaré en hacer una estadística seria y lo resumiré en palabras simples: pocas, muy pocas. ¡Ni cenas ni canonizaciones serán una recompensa justa para tan dulce hallazgo!
Finalizo ya este resumen totalmente parcial y subjetivo del taller, dando las gracias a quienes hicieron posible la visita, a quienes no dejaron de preguntar cuándo se podría consultar la base de datos que contendrá el archivo digitalizado, a aquellos que intentaron pedir permiso para fotografiar el documento sorpresa y, por supuesto, al increíble Ivo y sus ojos milagrosos. Gracias a todos por una tarde magnífica.
Clara Jáuregui